Qué dice Juan 8 34

Miércoles quinta semana de Cuaresma

«Si proseguís obedeciendo mi enseñanza»

Homilías, comentarios y medites sobre la tradición de la Iglesia

Especialidad de la hijos En consecuencia, es la independencia de Dios: esto asimismo es una parte de su herencia. Pero es un obsequio que hay que explotar bien. ¡Cuántas formas falsas de independencia brotan de la esclavitud! En la circular Redemptor hominis escribí sobre esto: “Jesucristo está con los hombres de siempre, incluyendo el nuestro, con exactamente las mismas expresiones: ‘Conoceréis la realidad, y la realidad les va a hacer libres’ (Juan 8, 32). Las expresiones poseen una exigencia primordial y una observación al tiempo: la exigencia de una relación sincera con la realidad, como condición de la genuina independencia, y la observación, además de esto, de que debe evadirse toda independencia aparente, toda independencia superficial. y unilateral, toda la independencia que no cae en toda la realidad sobre el hombre y el planeta Aún el día de hoy, tras 2 mil años, Cristo se nos hace aparición como el que da al hombre la independencia sobre la base de la realidad.. .” (# 12). «Para ser libres, Cristo nos logró libres» (Gal 5,1). La independencia que Cristo dio es la independencia del pecado, raíz de todas y cada una de las aflicciones humanas. San Pablo afirma: «Nosotros que erais esclavos del pecado, obedecisteis totalmente el modelo de la doctrina a la que fuisteis entregados, y libres del pecado, les convertisteis en esclavos de la justicia» (Rm 6, 17). Por consiguiente, la independencia es un don y, al tiempo, un deber primordial para todo católico: «Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud…» (Rm 8, 15), sugiere el Apóstol. La independencia exterior, garantizada por leyes civiles directas, es esencial y precisa, y de ahí que el día de hoy nos ponemos contentos de que aumente el número de países en los que se respetan los derechos humanos escenciales, si bien el valor de esta independencia sea en ocasiones altísimo. de altura, a costa de enormes sacrificios e inclusive de sangre. Pero la independencia externa, por importante que sea, no es bastante por sí misma. En su raíz ha de estar siempre y en todo momento la independencia interior, que es conveniente a los hijos de Dios que viven según el Espíritu (cf. Ga 5,16), guiados por una conciencia ética justa, que es con la capacidad de seleccionar el auténtico bien. “Donde está el Espíritu del Señor, allí hay independencia” (2 Cor 3,17). Este, estimados jóvenes, es el único sendero para crear una humanidad madura digna de ese nombre. Mirad, ya que, qué grande y qué apremiante es la herencia de los hijos de Dios a quienes sois llamados. Lo acojo con gratitud y compromiso. ¡No lo desaproveches! Ten el valor de vivir con congruencia todos y cada uno de los días y anunciarlo a el resto. De esta manera el planeta se volverá poco a poco más como una enorme familia de hijos de Dios.

¿Por qué razón la conciencia de los jóvenes no se levanta dada esta situación, singularmente contra el mal ética, que aparece de las selecciones personales? ¿Por qué razón tantas personas se alegran con reacciones y hábitos que ofenden la dignidad humana y distorsionan la imagen de Dios en nosotros? Era habitual que la conciencia señalara al sujeto ahora la raza humana el riesgo mortal de admitir el mal y el pecado. Y, por otra parte, no en todos los casos pasa de esta manera. ¿Va a ser pues exactamente la misma conciencia pierde la aptitud de distinguir entre el bien y el mal? En una cultura tecnológica, donde nos encontramos familiarizados a controlar la materia, a conocer sus leyes y mecanismos, a mudarla según nuestra intención, corremos el peligro de procurar manejar la conciencia y sus solicitudes. En una cultura que asegura que no probablemente halla una verdad universalmente válida, nada es absoluto. Entonces, en el final, dicen, el bien y el mal objetivos por el momento no importan. El bien se transforma en aquello que es interesante o útil en un instante especial, y lo que entra en enfrentamiento con nuestros deseos subjetivos es el mal. Todos tienen la posibilidad de crear un sistema de valores privado.

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Juan de Jesus

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