Qué debo hacer para vivir mi fe
Amigos, la semana anterior nos hemos proporcionado cuenta de la necesidad de estos pequeños milagros diarios que tienen la posibilidad de mudar nuestro planeta, y la seguridad de que la fe ha de ser un milagro.
Obra interna
Lea el próximo artículo del Concilio Vaticano II:
«Enriquecieron desde el primer instante de su concepción el esplendor de una bienaventuranza única en conjunto, la Virgen Penitente, por orden de Dios, el ángel de la Anunciación es acogido como «lleno de felicidad» (cf. Lc 1,28), al tiempo que responde al mensajero celestial: «Hete aquí, siervo del Señor, hágase en mí según tu palabra». (Lc 1, 38). De esta forma María, la hija de Adán, al admitir el mensaje divino, se transformó en la Madre de Jesús, y al admitir de todo corazón la intención salvífica de Dios y sin que ningún pecado la impidiese, se consagró a sí totalmente como sierva del Señor, persona y obra de su Hijo, sirviendo aplicadamente con él y bajo él el secreto de la redención, con la felicidad de Dios Todopoderoso, de ahí que los Santurrones Progenitores suponen que María no fue solo un instrumento pasivo en las manos de Dios, sino cooperó a la salvación de los hombres con la fe y la sabiduría gratis. Como afirma San Ireneo, «al entregarse, se transformó en causa de salvación para sí y para todos y cada uno de los hombres». De ahí que varios aseguran El Padre de los Progenitores Viejos se apuró a añadir en su sermón que «el nudo de la desobediencia de Eva fue liberado por la obediencia de María; que lo que se encontraba atado por la Noche de la Noche por su incredulidad, fue liberado por la virgen María por su fe» ( lumen gentium, 56 ).
¿Qué hay que llevar a cabo en el momento en que la FE, en la mitad de una crisis, se puede perder?
El Catecismo de la Iglesia Católica nos comunica en el número 162:
La fe es un don gratis que Dios da al hombre. Tenemos la posibilidad de perder este hermoso obsequio; San Pablo advierte a Timoteo sobre esto: “Riña bien la guerra, mantiene la fe y la conciencia limpia; ciertos de ellos, desechándolos, naufragaron en la fe» (1 Tim 1,1819). Para vivir, medrar y perseverar hasta el desenlace en la fe, debemos nutrirla con la Palabra de Dios; debemos soliciar al Señor que la aumente (Cf. Mc 9,24; Lc 17,5; 22,32); debe «accionar por caridad» (Ga 5,6; Cf. SST 2,14-26), alimentarse de la promesa (Cf. Rm 15,13) y arraigarse en la fe de la Iglesia.
Proceder a la iglesia de manera regular
En el instante en que recibiste a Jesucristo como tu Señor y Salvador, empezaste una relación, no solo con él, sino más bien con todos los otros cristianos de todo el mundo. A la inversa de lo que muchas personas piensa, la iglesia no es un edificio o un templo, sino más bien el conjunto de individuos que creen en Jesucristo como su Salvador.
Es esencial que halles una iglesia cuyo propósito primordial sea predicar la Palabra de Dios y que la gente presentes medren en su relación personal con Jesucristo. Proceder a la iglesia para entender a otros fieles va a ser una experiencia enternecedora y gratificante.
Puestos los ojos en Jesús
En Hebreos 12:2, podemos encontrar otra forma de hacer mas fuerte nuestra fe:
«El Creador y Perfeccionador de nuestra fe».
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